30 mayo, 2009

Energía

Hoy tengo otra vez ganas de escribir.
Ha pasado demasiado tiempo desde la ultima vez que lo hice en este blog, pero también hace mucho que no lo hago sobre el papel.
Pero alguien me ha animado. Muchas veces lo que necesito son pequeños empujones, algún estímulo que me ayude a lanzarme. Y pedirme que siga escribiendo es una de esas cosas que necesito.
Yo funciono así. O bien me dan ataques de escritura sin control en los que cojo cualquier papel y escribo a toda prisa lo que me sale a borbotones de la cabeza, o bien hablo con alguien que me dice una frase que escribo y que mas adelante me sirve para sacar algo que me guste.
El otro día, ese alguien que me ha animado a escribir, me contó una cosa que le encanta hacer cuando llueve. Correr descalzo por la hierba mojada.
Me pareció lo más bonito del mundo. Es sentirte totalmente unido a la naturaleza, formar parte de tu entorno. Me imagino a mi misma haciendo lo mismo. De pie, mirando al cielo con los brazos extendidos, dejando que la lluvia me empape, que me moje la cara, que esas gotas lleguen a mis pies descalzos, y correr...
Yo todos los años por esta época hago algo parecido. En cuanto deja de hacer demasiado frío y empiezo a ver que la primavera hace acto de presencia, tengo que recordarme a mi misma que formo parte de este todo que nos rodea. Me acerco a un rincón de mi casa donde crecen los tréboles mas bonitos del mundo y me descalzo. Sentir la tierra fresca y los tréboles bajo mis pies es casi como un ritual. Me doy unos segundos para disfrutar del momento y agradezco a la Tierra todo lo que me ofrece. Son unos segundos en los que me siento en total sintonía conmigo misma y totalmente equilibrada.
Y sigo haciendo lo mismo mientras el tiempo lo permite y el frío no me obliga a abrigar mis pies.
Luego, cuando ya no puedo seguir haciéndolo recurro a mis manos. No pasan demasiados días sin que toque una planta, sin que acaricie una piedra.
Creo que me recargo de energía positiva....pero eso es otra historia.