10 junio, 2015

Tu voz.

Como me llena oír tu voz. Es como si de pronto no necesitase nada de este mundo, ni tan siquiera comer o respirar. Da igual lo que me cuentes... el sonido de tus palabras es la mejor de las melodías.
Y me paso el resto del día recordando como suenas, y entretanto recuerdo también como era la curva de tu sonrisa cuando te ríes mientras hablamos. 
Pero solo dura unas horas. Esa alegría es tan corta que después el vacio es grande, tanto que da vértigo. Tampoco es que me asuste no tenerte, pero echo de menos la posibilidad de estar contigo.
Me has preguntado que era lo que pensaba hacer después de mis exámenes. 
Te he dicho lo evidente, que mi vida no la dirijo yo y que tendré que estar para otras personas. Que no descansaré, que no tendré verano. Pero debería haberte dicho la verdad, que estoy triste porque en mis planes truncados, hasta hace unos días solo estaba ir a esa ciudad que compartimos de críos, para sentirte cerca, para aumentar la posibilidad de verte aunque solo fuesen unas horas.
Porque necesito verte. Así de sencillo. Necesito esa recarga de felicidad de una tarde a tu lado. Si una simple conversación telefónica de minutos tiene ese efecto en mi, imagina lo que no me pasará con un día contigo, verte y oírte al tiempo, ese gozo supremo. Y lo tenía tan claro. Un mes allí y las posibilidades de una tarde a tu lado serían tantas... 
 Sé que tienes tu vida y tantos planes en los que yo no estoy, pero tenía esa ilusión y tu eras la única excusa de esas vacaciones.
Ahora mismo, después de que ya se han diluido los efectos de tu voz en mi cabeza, estoy pensando que nunca me has pedido que vaya a verte. Al menos no directamente y la verdad es que me encantaría poder oírlo. Siempre me hablas de ideas con planes estupendos pero que nunca incluyen un nosotros. Y en ese rinconcito de mi corazón que esta medio roto y remendado, y que es tan precavido hay algo que me dice que cuando vaya las probabilidades mas grandes son de haya muchas opciones de que al final no nos podamos ver. Y me acobardo. Otra vez.
Yo quiero poder ir... Ya tengo las excusas. Dame un motivo. Pídemelo. 
Y tu voz será la creadora de una felicidad que no se puede medir.