29 mayo, 2016

Releer.

Siempre he contado lo que me apasiona leer. Que mi mente se deshaga entrando en otros mundos que no son el mío, en otras historias de otra gente que no se parecen a mi. Y disfruto de cualquier lectura, de cualquier historia que me atrape, que suelen ser casi todas.
No tengo un gusto definido ni un estilo que prevalezca por encima de los demás.... a veces es el título o la portada la que hacen que sienta una necesidad imperiosa de enfrascarme en sus páginas. Lo que me lleva a grandes descubrimientos y a grandes chascos, para que negarlo.
Y a veces, solo a veces, me gusta releer. Generalmente porque revivir las sensaciones que me invaden con ciertas historias es un placer.
Tengo mis dos libros fetiche que leo necesariamente cada pocos años.... uno de ellos lo leí con 13 años y lo ha estado haciendo cada 4 o 5 desde entonces. Y siempre cambia mi forma de verlo y de leerlo. Yo con el tiempo no soy la misma y por lo tanto lo que leo no lo asimilo de la misma manera. 
Otro lo leí con 21 y aunque me cuesta ponerme a leerlo por completo de nuevo siempre que puedo lo abro al azar por cualquier pagina y leo unos pocos capítulos. No es la primera vez que leo más de lo que me propongo y me quedo una noche en vela redisfrutando de una historia fascinante.
Pero últimamente me está dando por recordar frases o fragmentos concretos que quisiera volver a vivir, pero no siempre me acuerdo a que libro pertenecen. Si acierto con el autor no es difícil localizarlos, pero como no sea así me corroe la curiosidad y empiezo a buscar compulsivamente hasta que doy con el acertado... o hasta que desisto.
Hoy he recordado un fragmento que transcribí por aquí y que gracias a eso he podido localizar bastante rápido. Me encantaba la frase, la historia que narra y el paralelismo que tiene con trocitos de mi vida. Supongo que por eso la puse aquí en su momento y supongo también que por eso mismo la necesito ahora. 
Yo queriendo siempre leer para salir de mi mundo y ahora resulta que releo para volver a él.

03 mayo, 2016

Mi Guadiana.

De cría me dijeron que el Guadiana era un río que desaparecía bajo tierra, pero que seguía su curso hasta que volvía a aparecer. Hace poco leí en algún lado que eso no es del todo cierto.... y se derrumbó un poquito más de esa infancia lejana llena de falsas perspectivas y de ilusiones increibles.
Algo así como tú, mi Guadiana particular, el que aparecía y desaparecía, pero que después de todo seguía ahí, manteniendo esa esperanza absurda de un regreso que yo aguardaba poco el mayor de los regalos.
Pero cada vez más a menudo pienso que eres como el Guadiana de verdad, el que los estudios dicen que no mantiene su curso subterraneo sino que simplemente no está... tal y como haces tú.
Una vez tu mismo me dijiste que eras como el río, y que desaparecías de vez en cuando, pero no del todo, y que si lo hacías era porque estabas bien, ocupado y feliz. Y coló, no me preocupaba tu ausencia porque eso significaba que estabas bien, y yo, a pesar de mis pesares te quiero y te quiero feliz. 
Lo malo es que la que no es feliz así soy yo, no sabiendo lo que durarán tus idas y venidas o ni si tan siquiera volverás esta vez. Y me paso los días pensando en si tan bien estás y no me haces participe de eso es que tanto no te importo, y lo que es peor, que no te he importado nunca. Y la loca neurótica que se aloja en mi cabeza salta por los aires llevándose la paz que me cuesta tanto construir.
Puede que no me merezca esto, aunque tampoco sé si me merezco algo mucho mejor. A lo mejor ya va siendo hora que lo mismo que el del Guadiana se caigan todos mis mitos, todas mis ilusiones y esperanzas y me abandone a lo que me ha tocado. Conformarme.
Conformarme y dejar de soñar, porque entre sueño y sueño, entre espera y espera se me escapa el tiempo y eso no es algo que le sobre a nadie.
Pero está claro que sé lo que debería hacer y también sé lo que voy a hacer y eso es nada, porque no voy a hacer nada. Seguiré esperando a mi Guadiana, a que vuelva aunque solo sea una vez más para decirme que ya no regresará jamás.