31 marzo, 2010

27 marzo, 2010

Inflexión

Llevo mucho sin actualizar esto. Hace días que no escribo nada de nada, y semanas que ni tan siquiera pienso...
Son muchos los motivos.... o más bien la falta de ellos, es decir, desmotivación absoluta. Otras cosas tambien tienen culpa pero todo deriva en esa desmotivación.
Las cosas cambian hacia donde no quiero y siempre me he dejado llevar por los acontecimientos sin plantearme nada más allá. Pero llega un momento que yo tambien quiero ser feliz como los demás, tener ilusiones nuevas que no se rompan por mi pasividad y para eso tengo que poner cartas en el asunto.
Y he decidido poner un punto de inflexión en mi vida. No va a ser un cambio radical de la noche al dia, pero cuando llegue será palpable, o incluso más. No hay vuelta atras, ya no.
Ahora voy dando los pasitos necesarios que me llevarán a eso que puede que sea un tremendo error, porque me tiro a la piscina sin saber si hay agua, pero es lo que necesito ahora. Aún no se lo he contado a nadie y puede que no lo haga hasta que sea un hecho, así que de momento tampoco lo voy a contar aqui, aunque a veces me puedan las ganas.
Tan solo se que primero tengo que animarme de la manera que sea y empezar a buscar ilusiones, asi que entre esos primeros pasos que estoy dando es escribir un nuevo blog. No tiene nada que ver con este, es menos intimo, pero tan personal como este, y simplemente irá de mis ilusiones, de mis sueños y de mis logros. Será mi vida positiva.
Tampoco es que vaya a abandonar este en el que estoy ahora, porque es una parte muy importante de mi y no sería capaz de dejarlo jamás. Simplemente quiero tener otro sitio donde plasmar las cosas buenas, las cosas que me hacen feliz y poder sonreir siempre que lo lea, cosa que no siempre me pasa aqui.
Y con todos estos cambios hay que considerar la posibilidad de un fracaso de una manera tangible, pero eso es otra historia que contaré en otro rato.

18 marzo, 2010

De ordenadores

Mi relación con la informática se basa en un constante amor-odio. A partes iguales.
Soy una persona que tanto por trabajo como por afición me paso muuuchas horas delante de la pantalla del ordenador. Y cuando digo muchas, son muchas. Una que es así de masoca.
Eso si.... mis equipos nunca han sido grandes maravillas, más que nada porque o eran heredados (y no hay nada peor que heredar un aparato electrónico que otro desecha) o bien no eran muy potentes.
Esta semana me he liado la manta a la cabeza, he cerrado los ojos y abierto la cartera. Y por fin tengo un nuevo ordenador, se supone que suficientemente bueno para todas mis necesidades.
La primera odisea, elegir. Porque yo tengo muy claro lo que necesito de un ordenador, lo que tiene que hacer por mi y como tiene que responder siempre. Pero el problema es como entrar en una tienda de informática sin sentirse una ignorante por no saber que pedir con exactitud.
Así que ahí que me fui, rezando para que el chaval no se riese mucho de mi al verme la cara de circunstancias. Y esperando que no me dejase la cuenta corriente temblando, que esa es otra. Porque me conozco y aunque no soy derrochona, tampoco me gusta quedarme a medias y comprar algo mediocre por ahorrar.
En fin, que tras unos instantes de "lo que tu me digas, chaval, que yo no entiendo de esto" me prepararon un bicho para mis menesteres informáticos. Lo que se traduce en que salí de la tienda más que contenta y con unas ganas enormes de que me entregasen mi nueva adquisición.
Tras unos días que se me hicieron eternos por fin llegó el "parato" a su nuevo hogar y ahí empezaron mis nuevos problemas. Yo que me creía tan feliz con que ya estaba todo no vi venir la peor parte.
Software... esa extraña palabra que me ha quitado sueño y me ha hecho creer que soy boba.
Instalar una serie de programas puede ser monótono y sencillo o muy muy complicado cuando da error. Y estrenar sistema operativo trae esas cosas.... errores multiples.
Un buen rato para familiarizarme con el nuevo "entorno", muchas horas para instalar mis programillas esenciales, un día para conseguir que la wifi no se desconectara, dos días para instalar el sintonizador de tv y otros tantos a vueltas con la web cam, que sigue sin funcionar.
En fin, que hasta que por fin considere que el bicho está listo para trabajar al 100 % creo que va a faltar un poco... más de lo que a mi me gustaría.
Yo me metí en esto así que más me vale no quejarme mucho y pensar que en cuanto todo vaya bien podré disfrutar del "parato" como es debido.

12 marzo, 2010

estrellitas

Siempre he oído aquello de que si piensas mucho terminará saliéndote humo de las orejas. De pequeña me reía mucho con el dicho y hasta creo recordar que lo dibujé alguna vez, pero hoy como que lo veo de otra manera.
Estoy pensando tanto que se me recalienta el cerebro y de seguir así, no digo yo que no tenga una combustión espontánea y que me salga todo el humo por las orejas. Y sin exagerar ni un poco.
Lo de pensar es la reacción normal a otra situación, la de esperar. Si esperas, piensas en algo. Y claro, si esperas mucho, piensas mucho. Lo normal.
Nunca me he considerado una persona impaciente, más bien todo lo contrario, pero a veces no estoy demasiado cómoda con una espera.... porque me da por pensar. Si ya se que es una tontería, pero a ver quien es el majo que hace que mi cerebro se bloquee ante esperas estúpidas y no piense en chorradas de lo más variadas.
En fin, que sigo esperando esa explosión que haga saltar en mil pedazos mi tonta cabecita, porque la temperatura sigue y sigue subiendo y miedo me da ya.
No se si mi tan querida paciencia estará de vacaciones, pero es una sensación muy rara. Son cosas que no deberían alterarme, y tan absurdas como pueden ser la espera de una llamada tranquilizadora o la llegada a casa de mi nuevo ordenador, aparte de otras muchas. Y yo me estoy poniendo de los nervios.... y no conocía esa faceta mía, esta impaciencia repentina que me trae loca.
Y claro, volvemos a lo de siempre... pienso idioteces que me enrarecen el día y me quitan el sueño de noche. Y eso si que no me hace gracia.
Me cambian las perspectivas y lo que pensaba que iba bien ya no lo va, y lo que iba peor...bufff mejor ni lo recuerdo porque me da la llantina. Y si me pongo a llorar no paro.
Anoche estaba solita en casa... bueno lo sola que se puede estar en una casa con tantos animales rodeandome, pero lo que son personas...estaba sola sola. Y lo agradecí, porque en plena sesión de espera frente al ordenador me dio un chunguillo y me puse a llorar, aunque no era capaz de saber por qué.
El caso es que lloré a gusto, sin nadie que preguntase y me puse la musica tan alta que no se como los vecinos no vinieron a quejarse. Son las ventajas de los pueblos....
Salí a la terraza a que me diera el fresco e intenté relajarme viendo las lucecillas del país de enfrente. Me estiré en el suelo cuando mi respiración volvió a ser normal... y vi algo que no me acordaba que estaba esperando.... las estrellas.
Hacía meses que las nubes no me dejaban verlas y cada noche las esperaba sin resultado, hasta que me cansé de ver solo nubes grises. Y me sentí tan contenta de verlas otra vez que empecé a pasar lista, contándolas, como si eso fuese posible.... y me sentí mejor. Una espera menos, un pensamiento menos.
Es como si relacionase una espera con un pensamiento que me agota, y si las cosas van llegando, pues me siento algo mejor un peso menos.
Así que nada, he decidido empezar a ver solo las cosas que ya no tengo que esperar, como las primeras margaritas de la primavera o el sol cuando salgo de trabajar, y así me voy olvidando de otras.... si puedo.

03 marzo, 2010

Una noche rara

Llevo algo más de una semana durmiendo....raro. Y eso en mi resulta especial, más que nada porque suelo dormir como una manta y como dice mi madre, parece que entro en coma.
Pero ultimamente no. Y no lo digo solo porque me quedase hasta las mil viendo en directo las retransmisiones de las olimpiadas de Vancouver, o que me vea todas las películas nominadas a los Oscars de este año antes de la gala. Es más complicado que eso: me da por pensar cosas sin sentido, cismar que dicen en mi tierra, y no soy capaz de pegar ojo.
Doy más vueltas de las habituales intentando hacerme un ovillo para poder enganchar el sueño. Y no me gusta. Me siento especialmente rara no pudiendo pegar el ojo a la primera.
Y luego hay otra cosa....que me despierto a las tantas con la sensación de que me falta alguien a mi lado. Y eso me gusta menos aún. No me gusta esa soledad de la otra mitad de la cama, sobre todo cuando no puedo dormir. Porque cuando eso pasa me gusta abrazarme a alguien y acompasar mi respiración a la de quien duerme a mi lado hasta que concilio el sueño a su ritmo.
Eso si, también tengo el lado gracioso del asunto. Torr, mi perro, debe notarme intranquila porque se viene a dormir a los pies de mi cama cada noche cuando me oye revolverme entre las sabanas. Me olisquea un poco la cara y con la misma busca un sitio en la alfombra.
Estos días eramos los dos los que no pegábamos ojo, porque ha estado haciendo bastante mal tiempo y Torr tiene autentico pavor al viento, a la lluvia a las tormentas durante la noche. Así que ahí estabamos los dos, acurrucaditos en mi cama hasta que nos vencía el sueño. Vaya par...
Hoy por ejemplo el motivo de mi intranquilidad nocturna ha tenido una razón bastante más triste. A partir de las 6 de la mañana oía el vuelo de un helicóptero sobrevolando la costa y las sirenas de los bomberos. No hacía falta poner la tele u oír la radio para saber que lo que pasaba no era bueno. Es algo que cuando vives aquí aprendes bastante rápido. Estaban buscando a unos marineros perdidos en la mar.
Y así he pasado la noche, cismando por mi y por esas personas que estaban luchando contra la mar. Hasta que me he dado cuenta que mis quebraderos son males bastante ligeritos comparando con lo que estaban pasando esas familias angustiadas a tan poca distancia de mi casa.
No creo que hoy pueda tampoco dormir bien, pero veré las cosas desde otra perspectiva, usando el cristal correcto.