03 marzo, 2010

Una noche rara

Llevo algo más de una semana durmiendo....raro. Y eso en mi resulta especial, más que nada porque suelo dormir como una manta y como dice mi madre, parece que entro en coma.
Pero ultimamente no. Y no lo digo solo porque me quedase hasta las mil viendo en directo las retransmisiones de las olimpiadas de Vancouver, o que me vea todas las películas nominadas a los Oscars de este año antes de la gala. Es más complicado que eso: me da por pensar cosas sin sentido, cismar que dicen en mi tierra, y no soy capaz de pegar ojo.
Doy más vueltas de las habituales intentando hacerme un ovillo para poder enganchar el sueño. Y no me gusta. Me siento especialmente rara no pudiendo pegar el ojo a la primera.
Y luego hay otra cosa....que me despierto a las tantas con la sensación de que me falta alguien a mi lado. Y eso me gusta menos aún. No me gusta esa soledad de la otra mitad de la cama, sobre todo cuando no puedo dormir. Porque cuando eso pasa me gusta abrazarme a alguien y acompasar mi respiración a la de quien duerme a mi lado hasta que concilio el sueño a su ritmo.
Eso si, también tengo el lado gracioso del asunto. Torr, mi perro, debe notarme intranquila porque se viene a dormir a los pies de mi cama cada noche cuando me oye revolverme entre las sabanas. Me olisquea un poco la cara y con la misma busca un sitio en la alfombra.
Estos días eramos los dos los que no pegábamos ojo, porque ha estado haciendo bastante mal tiempo y Torr tiene autentico pavor al viento, a la lluvia a las tormentas durante la noche. Así que ahí estabamos los dos, acurrucaditos en mi cama hasta que nos vencía el sueño. Vaya par...
Hoy por ejemplo el motivo de mi intranquilidad nocturna ha tenido una razón bastante más triste. A partir de las 6 de la mañana oía el vuelo de un helicóptero sobrevolando la costa y las sirenas de los bomberos. No hacía falta poner la tele u oír la radio para saber que lo que pasaba no era bueno. Es algo que cuando vives aquí aprendes bastante rápido. Estaban buscando a unos marineros perdidos en la mar.
Y así he pasado la noche, cismando por mi y por esas personas que estaban luchando contra la mar. Hasta que me he dado cuenta que mis quebraderos son males bastante ligeritos comparando con lo que estaban pasando esas familias angustiadas a tan poca distancia de mi casa.
No creo que hoy pueda tampoco dormir bien, pero veré las cosas desde otra perspectiva, usando el cristal correcto.

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