10 octubre, 2013

Hay un montón de sensaciones agradables en esta vida, y por su puesto hay también unas cuantas de las que preferiría saber solo de oídas.
Y hoy la que me invade es una de esas ultimas. De las no tan placenteras, por decirlo suavemente.
Es la sensación de ser segundo plato, plan B, o simplemente sustitutivo temporal. Y darse cuenta de que eres eso es algo bastante frustrante.
Hace un año volvió a mi vida una de esas personas con las que tengo un hilo rojo que nos une. Y volvió con fuerza, arrollando de nuevo mi existencia.
Me hizo inmensamente feliz recuperarle aunque fuese por culpa de un fracaso en su vida, aunque viniese a mi porque necesitaba el apoyo que sabe que nunca le negaré.
Y se amoldó de nuevo a mis rutinas, se volvió algo habitual en mi día a día que hablásemos horas contándonos desde la más absurda idea hasta compartiendo planes futuros.
Era precioso sentir que el hilo rojo no se había roto en ningún momento y que ese algo que nos unió antes nos volvía a unir más fuerte aún.
Y no sé que ha pasado ni el por que, pero de pronto ha encontrado a otra persona que llena lo que pensé que estaba llenando yo y todo ha cambiado en solo unos días.
No hay conversaciones eternas, ni confidencias a deshora, ni planes cercanos. No hay nada. No está o no estoy, no lo sé bien.
Y me siento como una estación de tren en la que ha hecho un trasbordo, donde ha cambiado un tren por otro, y mientras llegaba ha estado entretenido paseando por mis andenes. Y duele, duele mucho.
Me he dejado llevar por algo que no podía sospechar, pero que me hace sentir como una estúpida.
No quiero pensar que me ha utilizado mientras estaba solo, pero que más se me puede venir a la cabeza... nada.
Y estoy triste, muy triste. Más de lo que me quedé la vez anterior, más de lo que pensé que pudiese llegar a estar. 
Ojala todas estas sensaciones cambien pronto y pueda hablar de las sensaciones buenas, de las que da gusto escribir.

11 enero, 2013

Leer

No se si alguna vez he hablado de mi ocupación a tiempo parcial y completamente voluntaria. Me ocupo de la biblioteca de mi pueblo.
Es una biblioteca pequeña, con algo menos de 4000 volúmenes y unos cuantos ordenadores que ya eran viejos cuando nos los donaron.
Y cuando digo que es una ocupación voluntaria lo digo en sentido literal, porque no cobro nada por estar allí, simplemente voy porque adoro estar rodeada de libros. Me encanta leer, el olor del papel, y por supuesto desearia tener todas esa cantidad de libros en mi casa y no puedo.
Y ahí estoy un par de tardes a la semana esperando que entre alguien para llevarse algún libro, para que me pregunten que puedo recomendar y sobre todo por ver la cara de los más pequeños cuando les descubro algún cuento que no habían visto aún.
Pero hoy llueve mucho y estoy totalmente sola. Nadie se ha pasado hoy por aquí. No debe apetecer mucho acercarse a buscar un libro a la biblioteca, o directamente no compensa.
La gente ya casi no lee, no disfrutan de la tranquilidad que proporciona sentarse con una buena historia delante.
Yo adoro leer tranquilamente, y tengo muchos modos de hacerlo dependiendo de la época del año. En verano, si hace bueno, me encanta leer tumbada a la sombra del castaño, o sentada en un pequeño banco que hay en el porche en la casa de mis padres, siempre con un té bien fresquito. Y si hace frio cambio el té helado por uno muy caliente y me acurruco con una manta en el sofá o incluso me voy a la cama.
He perdido la cuenta de las veces que me he quedado dormida con el libro entre las manos y ese es para mi uno de los placeres de la vida.
Me sorprende tanto la gente que ha dejado de leer para cambiarlo por los videojuegos, por la televisión, por internet. Y no hablo de los que no les ha gustado nunca, que sobre gustos no opino, pero los que se han olvidado de leer, de verdad que me intrigan.