10 septiembre, 2010

Rasta

Ayer me tuve que enfrentar a algo muy muy duro. Tuve que ver sacrificar a un componente de mi familia, y lo digo así porque la palabra mascota tiene matices que no me gustan demasiado. Era mucho más que eso. Rasta era la perra de mi casa, la mejor perra del mundo.
Eran los oídos atentos cuando le contaba mis batallas sabiendo que ella no me juzgaría. Era mi compañera de paseos y juegos. Eran los primeros ojos que venían a recibirme cuando entraba en casa.... Y ya no está.
No voy a entrar a contar como ha sido porque no quiero recordarla sufriendo en sus ultimas horas, ni llorar porque tuvimos que tomar una decisión dura... solo quiero recordar lo bueno.
Quiero recordar que vino a vivir a mi casa por casualidad, por un favor, y al final se quedó para siempre, porque aquí era muy feliz.
Descubrió el maravilloso juego de coger una naranja recién caída del árbol y abrirla para comerla. A correr tras un palo una y mil veces hasta que ninguna de las dos podía más de tanto cansancio. Y a saber cuales eran los limites de la casa para que nadie entrara más allá de la valla si ella no quería.
Aprendió a convivir con un intruso peludo tan canino como ella pero con mucha energía. Y le gustó, porque se querían como si hubiesen sido hermanos. Y nosotros también aprendimos mucho con ella, a cuidar de sus rizos peleones, a comprender que sus ladridos eran generalmente puro miedo a lo que no conocía, a que soñobas mucho cuando dormias y a que nos querías y defendías.
Lo que más me cuesta es todo lo que voy a añorarla. Y no solo ahora, sino según pasen los días.
Rasta... quien va a venir conmigo a correr por la playa y terminar bañándonos juntas? Quien va a lamerme los pies cunado ande descalza por casa? Quien me va a mirar con la cabeza de lado para dar pena y recibir un trozo de pan? Quien me va a dar la pata para que le dé una golosina cuando ni tan siquiera se lo haya ofrecido?
Y te voy a recordar cuando suene la campana de la entrada y no saltes ladrando avisando de que hay alguien entrando, o cuando salgamos a pasear solos Torr y yo y no tengamos que esperar a la rezagada que siempre olisqueaba todo lo que se le cruzaba por el camino. Te voy a echar tanto de menos...
Ya no encontraré la papelera vacía porque tú sacabas todo para comerte los klinex usados que tanto te encantaban, ni me reiré de los celos que tenías cuando abrazaba a alguien. No escucharé como golpeabas el suelo al rascarte alguna zona a la que no llegabas bien, o como te retocáis cuando te hacíamos cosquillas...
Y quien más te va a echar en falta es Torr... ya nota tu ausencia. Anoche no quiso comer y no hacía más que mirar al sitio donde tu te ponías para comer, como si te estuviese esperando. Y te busca por casa y se queda mirando a la puerta como si te hubieses quedado fuera. Él más que nadie sabía que estabas mal, porque se pasó los últimos días a tu lado, dándote mil besos caninos, y durmiendo pegado a ti para darte calor.
Se va a sentir muy solo, como el resto de la familia...
Pero sabes que?? Te llevaré en un sitio muy importante de mi corazón, ese que ya ocupabas cuando estabas aquí y un poquito más por todo el cariño que nos quedaba por darte.
Te quiero mucho Rasta, mucho, mucho, mucho....

2 comentarios:

  1. Sera mi estado alterado o mi no estado, pero has hecho que me emocione leyéndote, lo siento muchísimo

    ResponderEliminar
  2. Gracias por emocionarte tu tambíen, pero en el fondo no hay que dar un pésame porque más que nada me queda la alegría de haber podido compartir unos años preciosos con un ser adorable. Sentiría mucho más si no hubiese tenido la oportunidad de vivir con ella su feliz vida...

    ResponderEliminar