22 diciembre, 2010

...

Me estanqué.
Parecía que de un momento a otro iba a salir de este estado de inapetencia, pero va a ser que no. Y me preocupo a mi misma.
Lo que más miedo me da es que he perdido las ganas de escribir... otra vez. Es como si las ideas se hubiesen congelado en mi cabeza. Están ahí pero no quieren moverse y salir.
Hace meses que no escribo un cuento. Y no se si soy capaz de hacerlo. Tengo una sensación muy extraña cada vez que lo intento, porque no paro de preguntarme ¿para quién? y la respuesta está llena de vacíos.
No queda nada de la motivación que rescaté hace tiempo. Porque no le importa a nadie que lo haga.
Hace un rato intenté leer lo último que escribí y ahora me siento totalmente incapaz de hacer algo así, o ni tan siquiera continuar dignamente lo que quedó inacabado.
Se respiraba en cada frase alegría y esperanza, y añadir una sola palabra que no se acerque ni de lejos a esa atmósfera es aniquilar lo que ya está escrito.
Pero hay una historia que me gustaría acabar, aunque no se si será conveniente. Es una historia que está basada en mi misma, en un acontecimiento que cambió mi vida por una fracción de tiempo. Pero si lo hago, si sigo escribiéndola donde la dejé, me llevará a reavivar el dolor que invade mi pecho cada vez que recuerdo como acabó todo.
Sé que si lo hago debería seguir contando cada detalle negativo de la misma manera que narré los positivos y pasará de ser una dulce historia feliz a una realidad dura y tormentosa. Y lo cierto es que no se seduce demasiado la idea.
Me estanqué es esto y no encuentro la manera de salir.

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