15 abril, 2014

Millones de ideas.

Es curioso como a lo largo del día me vienen a la cabeza cientos de temas sobre los que hablar en el blog. A veces incluso apunto algunas notas al respecto en mi pequeño cuaderno naranja y me imagino a mi misma escribiéndolas en el blog y me siento satisfecha de mi propia mente.
Pero cuando llega la noche, o ese ratito en que el que me puedo sentar frente al ordenador, es como si todos esos asuntos que me parecieron interesantes unas horas atrás ahora ya no lo son tanto. Y no le veo sentido a ninguna de mis palabras y de pronto me siento como si no tuviera nada que contar.
Lo malo es que todas esas cosas siguen en mi cabeza al día siguiente y al siguiente, pero no consigo plasmarlas fisicamente.
Y veo que siempre recurro al mismo tema. Repetitiva que es una. Aunque tampoco me importa, yo soy así y al menos lo reconozco.
Es que le echo de menos y no hay día que no me acuerde de él, de lo que le contaría. Y sobre todo echo de menos mi propia sonrisa al leer sus palabras o incluso al oír su voz en una de esas escasas ocasiones en las que hemos hablado en los últimos meses.
No puedo salir de eso tan fácilmente. Yo no.
Pero tengo que volver a escribir de todas esas cosas que me pasan, que le quiero contar y no puedo.
Quizás si se acuerda de mí vuelva a visitar este blog en secreto y eso me consuela y puede que hasta me anime a escribir de verdad.
Lo dicho, siempre vuelvo a lo mismo.

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