27 junio, 2014

Abrir los ojos.

Me siento rara poniéndome a escribir después de tanto tiempo. Lo echaba de menos porque he perdido la costumbre, aunque no las ganas de probar de nuevo la sensación que tengo cuando cuento cosas.
Como siempre mi vida resulta extraña, difícil e inestable. Parece que voy dando tumbos por ahí, mientras busco algo que no sé que es y que, evidentemente, no encuentro. Y no es esto lo que quiero para mi, pero mis inagotables esfuerzos parece que se quedan en meros suspiros sin energía cada vez que pruebo algo nuevo.
De todas maneras algo de culpa tambien es mia. Me dejo llevar por muchas cosas que no siempre me ayudan, mas bien todo lo contrario.
Y no me doy cuenta hasta que es demasiado tarde... como ahora.
Siempre se dice que cuanto más en las nubes estás, más grande es la caida, y es cierto. Y no sólo porque el golpe con la realidad sea parecido a darte contra el cemento, si no porque aunque lo veas venir al final te quedas de todas maneras con la sensación de no saber como seguir. Desorientada.
Yo sabía donde me metía, conocía los riesgos que eso suponía y aún así me lance con los ojos cerrados a una situación que tenía todas las trazas de acabar mal. Y no es que haya acabado ni bien ni mal, si no que la realidad se impone siempre.
Dejarse querer por alguien a quien quieres con locura a pesar de que la vida os mantenga separados no debería sonar tan mal y ser algo que de miedo, pero es así cuando esa persona no quiere al mismo nivel.
Y empeñarse en abrir los ojos a alguien que no tiene ninguna intención de abrirlos es sencillamente agotador y frustrante. Y cuando por fin esa persona deja de estar a tu lado por seguir estando a oscuras, quien se topa con el muro eres tu mismo.
Mis relaciones más importantes han sido así. Con mi ex fue un constante tira y afloja, una relación demasiado fuerte como para olvidarnos mutuamente y separarnos para siempre, pero tan tóxica que me hizo huir demasiado a menudo. Le quise más de lo que creí desde que le vi a lo lejos por primera vez. Había algo en él y en su mirada que me dejó fascinada tan pronto como me miró a los ojos. Pero la caída fue desde muy alto y el golpe muy duro.
Ahora estoy igual, y anticipo que otra vez me va a pasar. Mismos sentimientos por mi parte, una atracción mutua innegable ¿y qué? El no quiso o no quiere abrir sus ojos a mi y soy yo la que se tropieza otra vez.
Y vuelvo a los tumbos, a no tener fuerzas, a no saber seguir.
Como el perro que corre detrás de su cola, solo que al menos el perro no es tan consciente como yo del circulo en el que corre.
En fin, llegará el día que alguien abrirá sus ojos por mi o que yo los cierre como ellos. Total, peor que ahora ya no me va a ir...



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