29 junio, 2014

Mi taza

Muchas veces he hablado de mi afición al té. Leer con una taza rebosante de tan preciado brebaje a mi lado es un verdadero placer para mi. 
Y eso conlleva tener docenas y docenas de tés en el armario de la cocina y pasarme un buen rato decidiendo cual de ellos tomaré cada vez. Pero también implica, al menos para mi, tener un montón de tazas. Algunas son caprichos, otras son regalos pero la inmensa mayoría son recuerdos. Y no sólo las típicas de recuerdo turístico, que también, sino recuerdos personales.
Beberme un té en silencio en una de esas tazas me lleva a revivir mis recuerdos más preciados.
Mi taza del elefante y el ratón me recuerda a mi año en Coruña. La taza de Fido Dido al primer piso que compartí con mi amiga del alma. Una con formas orgánicas que me recuerda a ese Gaudí que me hizo amar la arquitectura. La de Google que me regaló una amiga cuando fui a Dublín y con la que me siento tan productiva.. La de mi primer viaje a Londres y la de mi ultima visita a Colchester. Son tantas que no puedo contar todas las que son, ni todos los recuerdos que me traen.
Pero hay una muy especial a la que le tengo un aprecio diferente a las demás. Es blanca, pero le pinté yo misma una ilustración que significa mucho para mi. Y que me recuerda a quién iba a ser su propietario. Era un regalo lleno de significado que no he conseguido hacer llegar a su destino. Ahora la miro y me recuerda lo que pudo ser y no fue. Me recuerda ese momento en la que la estaba dibujando y en el que yo sonreía pensando en su cara al recibirla. Tiene el abrazo que le quería dar en ese momento y el que aún le quiero dar a cada rato.
Pero lo curioso es que me siento incapaz de usarla porque me parece que desgastaría eso que existió un instante y a lo que aún me aferro en lo más profundo de mi mente. No la siento mía por completo y usarla sería como olvidarle a él y a ese sentimiento. Y no puedo.
Y a veces, como ahora, me quedo mirándola y no puedo evitar pensar que debería desprenderme de ella y mandársela. A fin de cuentas tiene un poco de mi maltrecho corazón en cada una de esas pinceladas y eso, eso es todo para él.
Será mejor que me tome un té en otra taza que me lleve a recuerdos más alegres y de paso pintaré una taza nueva para recordar que alguna vez fui feliz.

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