09 octubre, 2009

Radio

Hoy me he dado cuenta de que hay una cosa que no me gusta de vivir en un pueblo. Echo de menos la radio.
Supongo que habrá quien piense que en todos los sitios se escucha la radio y así es, pero en mi querido pueblo hay algunos pequeños matices.
Este es un pueblo fronterizo con Portugal y curiosamente, en lo que a radio se refiere, llegan mejor las ondas de las emisoras portuguesas y apenas se escuchan una o dos españolas. Y no es que me queje de las radios portuguesas, que son muy muy muy buenas, simplemente echo de menos los programas que me gustan de las emisoras españolas.
Tampoco es que sea ninguna tragedia, ni mucho menos, pero no puedo evitar sentir nostalgia radiofónica.
De siempre me ha acompañado la radio. De niña con mi abuelo en las tardes de invierno, o cuando pasaba noches enteras sin dormir dibujando para alguna entrega en la universidad. Era mi compañía preferida. Recuerdo montones de programas más o menos buenos, a sus locutores, todo.
Y soy capaz de relacionar esos programas con momentos muy exactos de mi vida, pero mejor no sigo por ahí que me pongo melodramática y no es plan. Al menos hoy no me apetece.
Pero ya he encontrado algo que no me gusta de vivir aquí, y esto es algo que no lo había sentido nunca.

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