02 octubre, 2009

Espontaneidad

Definitivamente creo que estoy perdiendo la espontaneidad de la que tan orgullosa me sentía.
Yo era de las que hacía todo por impulsos, y aunque me saliese algo mal pensaba que al menos lo había intentado.
Si algo me apetecía mucho, fuese lo que fuese, lo pensaba dos veces y si a la tercera me seguía apeteciendo pues lo hacía.
Y llamo impulsos a hacerme un piercing un día de resaca, simplemente porque quería un símbolo que marcase el inicio de una nueva época de mi vida después de una ruptura dolorosa. También a declarar mi amor a lo loco o a hacer un viaje de 300 km en plenos exámenes, simplemente para dormir una noche con mi amorcito al que llevaba 6 meses sin ver.
Y ya sin nombrar mis innumerables cambios de look. He pasado por tener el pelo largo, corto, con sin mechas, y hasta rojo. Simplemente porque me apetecía.
Me acuerdo de algunos viajes que hice en los que varié la ruta durante el camino por culpa de un impulso para ver una puesta de sol o una catedral que me encantaba. Hasta llegue a bajarme de un tren varias paradas antes porque vi un pueblo que estaba precioso bajo la lluvia. Me gustaban esos viajes de dos horas que al final duraban cinco. Me hacían sentir bien.
Ahora me lo pienso una cuarta vez, y eso mata la espontaneidad de golpe. Porque en esa cuarta vez ves los contras y los riesgos a cualquier plan maravilloso.
Este fin de semana pasado me ocurrió así de golpe la posibilidad de hacer una locura. Me paso por la cabeza como si fuera lo más natural del mundo. Hasta me vi la bombillita iluminándome. Y en medio de Castilla pensé en tirar a la derecha en vez de para el norte. Porque si.... porque me apetecía algo con tantas ganas que no podía pensar en otra cosa que no fuese eso.
Lo pensé una vez, y otra y otra....pero cuando ya estaba a punto de salir de la autovía lo pensé una cuarta vez. Y la bombilla se fundió.
Pensé que a lo mejor no era correcto hacerlo, que lo que a mi me parecía una idea genial a lo mejor a la persona que quería ver no se lo parecía. Que no podía hacerle ese feo a mi amiga con quien iba a pasar el fin de semana en un principio. Que no...que no...que no...
Y el NO ganó la partida a la espontaneidad. Espero que solo sea una vez, porque mi vida era mucho más divertida con la emoción de lo espontáneo.
No quiero convertirme en alguien gris y predecible.

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