29 diciembre, 2009

Sordera

Maldito catarro. Me tiene totalmente alelada y lo que es peor, medio sorda. Y es que esta vez el catarro me ha dejado los oídos taponados y un zumbidillo constante que amortigua cualquier tipo de sonido que haya a mi alrededor. A primera hora de la mañana ha sido de agradecer, porque parece ser que mis compañeros de trabajo hoy estaban de un simple que mejor no oír sus tonterías matinales. Pero según pasaban las horas ya me he dado cuenta de que el zumbido era insoportable. Literal.
Que mosqueo no oír bien el motor del coche, o llegar a casa y sentarme a la mesa con mi familia y no entender la conversación al 100%. Lo ser el centro de las bromas no me importa mucho, pero no enterarme siquiera de por que se ríen molesta bastante más.
Así que en medio de este silencio me he puesto a pensar. Si si, eso que hago en exceso y que me gusta tanto. Y me he acordado por millonésima vez que me apetece viajar. Pero no viajes cortos, si no un viaje de verdad, de maleta con muchas cosas en una mano y de plano del destino en la otra.
Vamos, lo que yo llamo viajar como a mi me gusta, caminando despacio, observando sin prisas disfrutando cada segundo y absorbiendo cada recuerdo como único. Guardando recuerdos en el bolsillo de la chaqueta para pegarlos en mi guía particular de viajes.
Porque yo tengo una guía de viajes personal. Una hecha por mi, y que nadie conoce, llena de dibujos, planos, recortes, tickets de compra, y un pequeño resumen de lo que fui sintiendo en cada momento. Y no solo están los pensamientos del momento, sino también lo que pienso al cabo de unos días, después de digerir la experiencia.
Me ayuda a recordar mejor el viaje, viendo por donde pasé cada día, cada ruta a pie, cada linea de autobús que tomé, cada semáforo que crucé. Y veo que hice más fotos un día que otro y entiendo por que fue. Es simplemente volver allí con mi mente.
Y como un pensamiento lleva a otro más rápido que nada en este mundo me acordé de mi viaje favorito, de ese que quiero repetir cuanto antes, y me da igual si voy sola o voy acompañada. Se que quiero volver a Londres.
Me fascina esa ciudad y la manera en la que la viví. No solo en mi ultimo viaje, sino en las tres ocasiones en las que fui de pasada cuando pasé mis veranos el Inglaterra. Londres es una de mis ciudades fetiche.
No se si es porque me siento parte de otro mundo estando allí o porque aquello es otro mundo diferente al mio, pero el caso es que me atrae hasta el infinito. Esa ciudad con calles llenas de vida, moderna y con historia, multicultural y en constante cambio. Y se que vivir allí no sería lo mismo que ir solo como una simple buscadora de vivencias (no me gusta eso de turista cuando hablo de Londres). Estoy segura que de vivir alli estaría llena de nostalgia y morriña, y que posiblemente no fuese todo tan idílico como cuando lo pienso ahora. Pero Londres tiene esa cara oculta que no conozco y que despierta en mi una curiosidad malsana, porque hace que me plantee una y mil veces escaparme para conocerla.
Locura? Quizás. Pero a fin de cuentas una locura bonita.
Así que entre pensar y no oír se me ha pasado el día casi volando y he dejado para la noche la sensación de soledad que me invade estos días.
Serán cosas del catarro.

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