21 septiembre, 2009

Mi peque

Hace poco más de un año que mi peque vino a vivir a casa. Es un perro tan amoroso que no me explico como nadie pudo abandonarlo en el monte. El pobre es todo amor incondicional.
No quiero ni pensar que de no haberlo traído a casa ahora estaría muerto. Porque el estado del pobre era lamentable. Casi lloro la primera vez que le vi.
Estaba hecho un ovillo en medio de unos arboles, y al oír el motor del coche levanto la cabecita y me miró con tanta angustia que me impactó. Ni siquiera se movió del sitio. No tenia casi fuerzas.
Le di un poco de agua y esa misma tarde le lleve algo de comida y más agua. Era un puñadito de huesos temblorosos. Y sus ojillos me miraban con una mezcla de miedo y agradecimiento. Creo que esa noche casi no dormí pensando en él. No entendía como había llegado allí, al medio del monte.
Todos los días iba a verle con un poco de comida y agua fresca y esperaba que solo estuviese perdido y que al llegar yo ya no estuviese allí porque habían vuelto a por él. Pero allí seguía cada día, en el mismo sitio. Parecía que esperaba por mi.
La veterinaria nos aconsejó no llevarlo a la protectora porque era muy pequeño y estaba muy débil como para estar en contacto con perros mas grandes e incluso enfermos. Mejor la calle...por duro que suene, nos dijo.
Y mi hermano y yo nos ganamos su confianza porque fuimos todos los días durante todo el verano a llevarle agua, comida blandita porque le faltaban bastantes dientes, y hasta una pastilla para desparasitarlo que fue como revivirle de golpe. Y él nos lo agradecía a su manera. En cuanto oía el coche lo reconocía y ese el único momento en el que le oíamos ladrar y se le notaba que era de alegría.
Pero el día que me enamoré de él fue cuando empezó a llorar cuando me fui y se puso a seguir el coche desesperado. En ese momento supe que lo llevaría a casa.
Lo preparé todo, visitamos a la veterinaria y convencí a mi madre, aunque eso fue por suerte lo más fácil. Y se vino a casa, asustado y delgaducho. Y de pronto yo tenía una nueva sombra, porque me seguía a todos los sitios.
Ahora es un perro feliz. Que ha engordado un poquillo, que se echa unas siestas al sol cual lagartija, que se acerca cariñoso pidiendo mimitos a cualquier hora como un gatito. Y lo que es mejor, que sabe que ahora no tiene que tener miedo a que le dejen. Forma parte de mi familia.
Todavía no entiendo como puede alguien abandonar así a un animal.

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