17 septiembre, 2009

Plumas

Ya he dicho muchas veces que me gusta escribir a mano, y a ser posible con una pluma estilográfica. Pero lo que nunca he contado es que me gusta la caligrafía antigua, como la de los documentos antiguos.
Es que de pequeña pasaba los veranos en casa de mis abuelos y una de mis aficiones era abrir un viejo baúl de madera que tenia mi abuelo lleno de papeles y documentos antiguos que ya no eran de valor. Me pasaba las tardes que hacia malo viendo aquellos escritos, aquellas viejas escrituras, albaranes y mil cosas más.
Me intrigaba pensar en quien escribió aquellas cosas. Me gustaba aquel olor a papel viejo. Y me fijaba en la letra, redondeada, sinuosa, pero muy legible. Me parecía perfecta y elegante. Incluso intentaba imitar aquellas letras, una a una, fijándome en el trazo, repitiéndolas hasta que creía que se parecían.
Un día descubrí las viejas plumas de mi abuelo, pero estaban tan estropeadas que no almacenaban la tinta y no podía escribir, pero yo imitaba como se escribiría con ellas, sujetándolas correctamente y sin presionar aquellos plumines que me parecían tan frágiles. Me gustó lo que veía.
Hasta que un día me atreví a pedirle a mi madre que me comprase una para mi. No tendría más de 13 años, y tan solo me compraron una pluma muy sencillita de plástico, pero que escribía de maravilla. Me fascinó la facilidad con la que escribía, el sonido suave y rasgado que hacía sobre el papel. Y empecé a usarla para todo. Creo que era la única de mi clase que usaba pluma.
Y ahí empezó una afición que aún perdura.
Me encantan las plumas, no necesariamente las mejores ni las más caras, pero si las que según las veo me imagino como quedarán en mi mano mientras escribo y me gusta la idea. Y si está dentro de mis posibilidades la compro y si no, ahorro hasta que puedo comprarla.
Así que tengo una colección de plumas bonitas, que no buenas. Y van desde la de plástico sencillita hasta la más elegante metálica.
Y con ellas escribo con mi letra que parece del siglo pasado, las cartas que les mando a mis amigos, los apuntes de la carrera, los exámenes o la lista de la compra si hace falta.
Cualquier excusa me resulta buena para usar una pluma.


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